domingo, 23 de agosto de 2020

¿ Drogao yo?

¿Drogao yo? con tres millones en el Banco.

Javier Dominguez Garcia.2020


  




Gilberto Rodríguez Pérez, nació en Los Silos en la isla de Tenerife el 7 de diciembre de 1941.

Desde que tenía seis o siete años iba a la plaza de su pueblo para junto con otros niños dar patadas a una pelota de trapo la mayoría de las veces, pues no tenían el “balón de reglamento” que era casi más grande que ellos. Con los “suéteres “y“pulovers” de abrigo hacían unos montones para delimitar las porterías. Nunca se cansaba de jugar. Llegaba al parque y si veía a un grupo de niños jugando al fútbol se acercaba a ellos y se ponía a jugar a la pelota. Le daba igual la edad que tuvieran. Así se pasó esos años jugando durante horas en el parque, la calle o en la puerta de su casa. Como lo de estudiar no iba con él, a los catorce años empezó a ir con su tío, que trabajaba en el Ayuntamiento, como aprendiz de todo: electricista, carpintería, fontanería..., arreglando lo que saliera y le gustaban las cosas que hacía. 

En una ocasión Gilberto estaba presenciando a un grupo de jovencitos jugando en el campo de fútbol del pueblo, y les faltaba alguno para completar los equipos. Le pidieron que entrara, y tan mal no lo hizo porque, a los pocos días fueron a la casa a hablar con su padre para ficharlo en el equipo local. Fue allí donde se destapó de una manera brutal, pues se hinchó a meter goles, hasta el punto de que cuando cumplió los 16 años alternaba con el equipo titular del Juventud Silense, que se proclamaría campeón juvenil de la provincia, ganando la Copa Federación en 1960. 

En la temporada 1960-61, con 19 años, participó en el campeonato tinerfeño de Primera Regional. El club de Los Silos tuvo la virtud de entusiasmar a todos sus seguidores, que llenaban los graderíos del campo "Juan Valiente", con coraje, buen juego y rapidez. Entonces eran compañeros de Gilberto: Lorenzo, Bienvenido, Felipín, Titín, Juanito, Pacheco, Nilson, Mandolín y Mora, dirigidos por  Hernández, de entrenador. 

Tras su brillante temporada, en la que marcó 15 goles, fue llamado por el Estrella de La Laguna para participar en la Liga Inter-Regional como delantero de los “camisas negras. Ya estaba siendo cotizado por determinados clubes. El Presidente del Icodense le ofreció al Silense un cheque "de cincuenta mil para arriba", pero fue  rechazada la oferta. El del Tenerife, dejó recado al Presidente  recordándole su promesa de conservar a Gilberto a disposición del Tenerife, pero fue Carmelo Campos, segundo técnico de la U.D.Las Palmas, quien después de verle jugar en Gáldar con el equipo lagunero, le propuso a su padre que viniera para Las Palmas y se vistiera de amarillo y azul.

En el verano de 1962, Gilberto suscribió contrato por 75.000 pesetas, con 3.500 de sueldo, y 30.000 para el club de Los Silos. Como otros jóvenes jugadores de fuera de la isla, se fue a vivir a una pensión de la Calle General Vives, donde una gentil Lolita los atendía con cariño como si fueran sus hijos. Allí conoció al meta Oregui, a los  palmeros José Angel y Erasto, a Vegazo, y otros compañeros de fuera de la isla.

Veinte años tenía Gilberto cuando el entrenador palmero Rosendo Hernández, le puso a jugar su primer partido en el Estadio Insular, ante el Real Jaén.  En su primera intervención marcó un gol de gran disparo desde fuera del área que levantó muchos aplausos del público. Desde entonces se veía venir a un jugadorazo. 

Dotado de una fuerza y un cambio de ritmo extraordinarios, cogía el balón y se iba adelante con velocidad superando a los defensas. Gilberto en su segunda temporada en la U.D. Las Palmas, siendo entrenador Vicente Dauder, logró el tercer ascenso a Primera División, como Campeones de Segunda.

 jugar por la banda izquierda, aunque su pierna dominante era la derecha. Formó en el ataque que llevó al equipo canario al Subcampeonato de Liga en la 1968-69, dirigido por Luis Molowny. Su velocidad y su cañonazo eran únicos, como inolvidables los lanzamientos con la mágica pierna zurda de Juanito Guedes, en la jugada clásica que tenían entre los dos: un pase largo a la espalda del defensa para arrancar desde campo propio con velocidad, y Guedes le colocaba a la perfección el balón en sus pies, con pase perfectamente calculado. Ese tándem escribiría muchos momentos brillantes de la historia de la U. D.Las Palmas. 

Gilberto se convirtió en uno de los mejores delanteros de la época. Marcó goles a destacados guardametas, que temían al tinerfeño cuando lo veían por las cercanías del área. Así batió a Betancor y Garcia Remón, porteros del Real Madrid; a Pesudo y Sadurní del Barcelona; a Medinabeitia y Rodri en el Atlético. A Carmelo del Español, jugando Di Stefano en sus filas; al hijo de Ricardo Zamora, en el Valencia; a los donostiarras Araquistain o Esnaola, y a muchos más de casi todos los clubes de Primera Divisón, pero al que mas goles marcó fue a Iribar, al que batió varias veces en Bilbao y otras tantas en Las Palmas. Un gol memorable de su carrera fue en la “catedral” de San Mamés en la temporada 1967-68, conseguido en el último minuto del partido, después de recibir los amarillos más de veinte córners en contra, en un campo totalmente embarrado.  un rechace del meta Oregui, un pase largo de Guedes a Gilberto, que lanzó un zapatazo desde fuera del área para sorprender al cancerbero internacional vizcaíno. Ese gol daba la victoria a los amarillos, y como era el último partido de la jornada al ser televisado, permitió que un tinerfeño se llevara una millonada en la quiniela. 

El propio José Ángel Iríbar, leyenda del fútbol español, recuerda su tremendo disparo a portería. "Hubo una época en la que lo que más temía de todos los delanteros, era el disparo de Gilberto".

Gilberto, físicamente de complexión fuerte, con muy buena musculatura, superaba a los defensas con su velocidad. En el terreno de juego se comportaba con un aire desacostumbrado de lucha, genio, y amor propio desorbitado. No paraba de correr en todo el partido, y los defensas terminaban agotados en su afan de pararle su carrera.

En los partidos contra el Real Madrid, Gilberto se empleaba a tope. Desde su primera actuación ante los merengues en el Bernabéu tuvo a su marcador Miera, corriendo tras de él sin poder pararle. Esa misma temporada marcó su primer gol a Betancort en el Insular, que significó un valioso empate. En esa ocasión tuvo desquiciado al central internacional uruguayo Santamaría.

En España, a finales de los años cincuenta se hablaba con alguna insistencia, del "misterioso té" que el entrenador del Barcelona, Helenio Herrera, ofrecía a sus jugadores en los días de actuación. Se decía, que en la infusión se mezclaban ciertos excitantes destinados a dar más coraje a los del once catalán. Helenio Herrera fue un técnico innovador con grandes exigencias físicas a sus futbolistas.  y cuidaba tanto la condición física, como la dieta. Desde su llegada a España, los jugadores rendían fisicamente como nunca lo habían hecho y los aficionados estaban entusiasmados.  En los años sesenta, los escándalos sobre el “doping” en el fútbol se dieron con frecuencia en Italia estando “el mago”HH de entrenador en el Inter de Milán, que había desplazado al Real Madrid como Campeón de Europa. En esos años, el Gobierno de EE.UU. durante la Guerra de Vietnam,  abastecía a sus militares con anfetaminas, esteroides, analgésicos y otras drogas para fortalecerlos y reducir el impacto negativo del combate.

 consumo de fármacos como la Centramina o el Optalidón tenía gran éxito en todas las capas sociales. Las anfetaminas se recetaban como antídoto contra la congestión nasal o la depresión, y también como adelgazante a las mujeres, muchas veces sin el conocimiento de ellas, novatas y desinformadas en esto de drogarse. Era fácil de conseguir, ya que en las farmacias se dispensaba sin receta médica. La mayoría de consumidores eran estudiantes y deportistas, que las tomaban en momentos muy puntuales. 

En el fútbol español de entonces, los estimulantes que vigorizaban se tomaban de forma inconsciente, cuando los jugadores bebían café o té durante el descanso,  y a ellos ni se les ocurría hacer preguntas sobre lo que tomaban. Los sudamericanos que aterrizaron en los años setenta en España conocían mejor la toma de esas “ayudas” asociadas a la práctica del fútbol y fueron los que se las descubrieron a sus compañeros un tiempo después, pues los controles anti-doping en la Liga española no existían y el desconocimiento general sobre las drogas era total y absoluto.

En diciembre de 1971 volvía otra vez el Real Madrid al Insular. Para la U. D. Las Palmas era otro encuentro más con su peor rival, pues a todos los equipos de Primera les había ganado menos al Real Madrid. Fueron muchas veces, en casa y fuera, que los amarillos habían merecido triunfar y ya eran veinte años justamente, toda la vida del club, sin poder ganarle en Liga al hexacampéon europeo. Se presentaba una nueva ocasión. 

Gilberto, había estado lesionado y por ello ausente en varios encuentros, pero su recuperación iba bastante bien y en el ritmo de los entrenamientos iría a más. Se habían dado cita en el Estadio Insular, los jugadores que no habían acudido al partido anterior ante el Español, y Gilberto, entrenó normalmente mostrando franca recuperación. Las esperanzas estaban en poder ver a Gilberto en su banda, y al jugador no le faltaban ganas de estar presente: “Ha sido un tiempo relativamente largo inactivo y esto se nota siempre. Pero espero con un par de partidos, volver a coger la onda”, manifestaba.

Después del último entrenamiento, Pierre Sinibaldi daba a conocer la lista de jugadores que se concentrarían por la tarde para el partido. Los quince convocados eran : Betancor, Oregui, Martín, Tonono, Estévez, Carmelín, Hernández, Niz, León, Gilberto II, Soto, Germán, Gilberto I, Páez y Bosmediano. 

El Real Madrid, como líder invicto de la División de Honor, llegaba a Las Palmas, con Miguel Muñoz al frente, el famoso preparador qué se había hecho eterno en el equipo blanco, historia del club desde su época de jugador. 

Con el conjunto madridista venía destacando su defensa Gregorio Benito, que era uno de los centrales potentes, expeditivos, que marcaban la línea. Su salto era imponente y superaba habitualmente a los delanteros rivales, pues había practicado también atletismo, y campeón de España escolar en salto de altura, lo que sirvió luego, en su carrera como futbolista, para disputar los balones de cabeza. A los 18 años ingresó en la cantera del Real Madrid, cedido al Rayo Vallecano para foguearse, participó en los JJ.OO Mexico´68 y temporada y media después, tras cumplir el servicio militar que hizo entre Sidi Ifni y Las Palmas, pudo estrenarse con el primer equipo de la mano de Miguel Muñoz. 

Benito.Real Madrid


 Benito era perfecto para el marcaje a la estrella rival. Por su estilo, siempre al borde del reglamento, le solían llamar leñero. Al que le tocaba estaba jodido, pues pasaba el balón pero no el jugador. No rechazaba la pelea, física y verbal, incluso con triquiñuelas para defender su portería. Lucía un prominente bigote que atemorizaba.

El partido se planteó de poder a poder, con las precauciones propias de todos estos encuentros. Seguros y atentos Zoco, en el Madrid, como líbero; Tonono, en Las Palmas, igual. Y los otros defensas, Benito y Touriño, vigilando a León y Gilberto, indistintamente. Se jugaba a velocidad y contragolpe, haciendo intervenir a los porteros para salvar goles clarísimos. Muchos deseos de victoria y nadie arriaba la bandera del combate. Los amarillos se fueron haciendo los dueños del centro del campo. Justo Gilberto, Germán y Níz creaban y lanzaban a los delanteros, que como flechas se dirigían a la puerta defendida por García Remón, y aunque el Madrid hizo intentos de aproximarse, allí estaba Tonono para cortar los avances de Amancio o Santillana.  

En el minuto 27 del primer período, un rechace del meta canario Betancor lo recogió León, galopó, cedió a Gilberto, que con su clásica carrera profundizó más y lanzó un disparo fortisimo que batió a García Remón. Era el 1-0. Aplausos y vivas en el graderío repleto.

En la primera parte, Las Palmas mandó en el centro del campo con fuerza y largos desplazamientos y lo mismo Gilberto que León, eran puntas de lanza, realmente espléndidos, como en sus mejores momentos, con la penetración de Gilberto y su amenaza constante de disparo. 

En la segunda parte, lesionado León en su lugar entró Bosmediano. A los 77m Germán hizo un regateo sobre la marcha a dos contrarios y lanzó un disparo que entró raso y casi rozando la base del palo, el dos a cero. Era la victoria. Fue la explosión de entusiasmo. Y así fueron pasando los minutos. Hasta que llegó el pitido final y la primera  ¡Victoria canaria sobre el Real Madrid! . 

El clamor del público en el Estadio, cuando el árbitro hizo sonar el silbato de final de partido, fue la muestra masiva de la mayor alegría colectiva vivida en el Insular. Algunos de los que gozaban del momento jubiloso, ni siquiera se lo creían. ¡El Real Madrid batido en el Estadio Insular! Un sueño largamente esperado, casi veinte años, que ahora se hacía realidad. ¡Ya era hora...! 

Sinibaldi hacía unos años también había ganado y eliminado al Madrid con el Anderlecht en la Copa de Europa, y ahora en Las Palmas, en su primera confrontación les hacía perder la imbatibilidad. 

Gilberto, jugador cuya reaparición era esperada con verdadera ansiedad, estuvo muy bien en su recuperación. Dio peligrosidad atacante por su banda y fue siempre una constante amenaza, sobre todo en el primer tiempo. El gol a García Remón, le produjo una de las alegrías mas grandes de su vida. 

Benito, el defensa madrileño estuvo muy seguro siempre, con pleno dominio de su zona, aunque a veces entrara en falta. Primero marcó a León al que lesionó cuando pretendía obstaculizar su remate y luego le tocó Gilberto, demostrando sus aptitudes en algunas acciones.  Dio una patada al canario para cortar un rápido avance del extremo cuando se iba solo y lo trabó en una falta impresionante. El tinerfeño cayó al suelo y fue dando vueltas por el césped ante los abucheos del público al defensa madrileño.


Al término del partido, cuando se dirigían al vestuario, Benito con su acento castizo madrileño, le dice a Gilberto:

Joer, Gilberto ¿ Cómo puedes correr tanto? ¿Tu te has drogao?

A lo que Gilberto, mirando fijamente a la cara del central madridista le responde : 

¿Drogado yo?,  con tres  millones en el banco.


Ambos jugadores se conocían bastante, pues Benito había estado en Las Palmas durante el servicio militar y entonces acudía a entrenar al Insular bajo las órdenes de Molowny. Los jugadores amarillos, en algunas ocasiones le gastaron bromas en la caseta y llegó a jugar con la U.D. Las Palmas un amistoso ante el Canarias de Venezuela, sustituyendo a Tonono, el día de Navidad de 1968.  

Tres días mas tarde, Gilberto cumplió treinta años.